Los problemas suelen sobrevenir cuando la carretera gira y se transforma en curvas, algunas de dibujo impredecible e incluso traicionero. Para gestionarlas hay que considerarlas como un aliado y no un enemigo; como ya sabemos que hay que mirar lejos y anticipar, la clave del asunto radica en llegar al punto de máximo giro con el vehículo completamente controlado para evitar cualquier maniobra en ese instante crítico. Esto se traduce en frenar en la distancia correcta, empezar a girar a la velocidad justa, buscar la línea más abierta posible dentro de la trazada del carril, evitar movimientos innecesarios del volante una vez iniciado el giro y volver a acelerar sólo cuando la salida de la curva nos indica que el equilibrio de masas se restablece. Parece difícil, pero seguramente lo sea más contarlo que hacerlo.